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2 de septiembre – Día de la Industria

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2 de septiembre – Día de la Industria

2 de septiembre – Día de la Industria
septiembre 02
17:00 2015

El 2 de septiembre de 1587 salió del puerto de Buenos Aires rumbo a Brasil la primera exportación de productos elaborados: tejidos y bolsas de harina provenientes de Tucumán, que habían sido elaborados en Santiago del Estero. Por esta razón, en esta fecha se conmemora el Día de la Industria. En la década de 1940, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, la conmemoración del Día de la Industria fue pasada para el 6 de diciembre por considerarse que el 2 de septiembre se conmemoraba un hecho con carácter comercial. Por otra parte, según denunció Juan Ramírez de Velasco, gobernador de Tucumán en 1587, dentro de las bolsas de harina se encontraban camuflados varios kilos de barras de plata del Potosí, cuya exportación estaba prohibida. Es decir que la “primera exportación argentina” encubrió un acto de contrabando y comercio ilegal. A continuación, transcribimos un artículo aparecido en diciembre de 1946 sobre el proceso industrial del país y sobre la discusión en torno a la fecha de esta celebración.

Jalón del progreso industrial

Fuente: Revista Qué sucedió en 7 días, Año 1, Nº 19, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1946.
La Exposición de Palermo y la Evolución Económica del País

El 6 del actual debió ser inaugurada, en el viejo emplazamiento que en Palermo utiliza la Sociedad Rural, la Exposición de la Industria (*). La primitiva fecha de inauguración corresponde a la que el decreto del 12 de septiembre de 1946 proclama Día de la Industria Argentina.

Desde 1937, la Unión Industrial Argentina había acostumbrado a la población a festejar ese día el 2 de septiembre. El decreto mencionado, que substituye la última fecha por la del 6 de diciembre, expresa que la otra carecía de sanción oficial. Es posible, sin embargo, que el decreto incurra en un error. En efecto, el 31 de julio de 1931 el Consejo Nacional de Educación resolvió adoptar, para conmemorar el día de la industria, la fecha del 2 de septiembre, porque en tal día de 1587 se realizó el primer embarque de productos manufacturados nacionales con destino al exterior: telas de Tucumán que se remitieron al Brasil. La resolución del Consejo involucraba el deber, para todas las escuelas de su dependencia, de referirse a ese acontecimiento en la fecha fijada. El 21 de agosto de 1931 el Ministerio de Justicia hizo suya, confirmándola, la resolución del Consejo Nacional de Educación.

Cambio de la fecha

¿Qué fundamento real ha habido para cambiar la fecha conocida? En los considerandos del decreto reciente se expresa que el acontecimiento que se rememoraba el 2 de septiembre tiene un carácter más comercial que industrial. Es verdad, aunque la circunstancia que se festejaba era el hecho de que las mercaderías que se enviaron al Brasil habían sido objeto de transformación industrial en el territorio argentino.

El Poder Ejecutivo ha creído encontrar mejores razones para fijar como día de la industria el 6 de diciembre, fecha del año 1793 en la cual, hallándose en Europa completando sus estudios, el doctor Manuel Belgrano fue designado secretario del Consulado.

Belgrano, el precursor

Su gestión en este cargo se caracterizó por la promoción del progreso industrial, facilitando y favoreciendo la adquisición de maquinaria e instrumentos de trabajo. Fue enérgico propulsor de una nueva política social y económica, difundida luego desde el Correo de Comercio. Ante el espectáculo de abandono y miseria que presentaba el país, Belgrano defendió la necesidad de liberar las fuentes de la producción de las trabas y privilegios que las mantenían estancadas. Reclamó la libertad del labrador, del artesano y del comerciante; demostró la conveniencia y el porvenir de los cultivos de cáñamo y de lino; se propuso reorganizar la educación pública y sostuvo la necesidad de promover el comercio interior mediante la construcción de caminos, canales y puertos. Fue efectivamente, como lo afirma uno de sus biógrafos (Luis Roque Gondra), quien enunció por vez primera la obra de transformación material y espiritual que requería el país. Imposible negar lo justiciero del homenaje. ¿No será, sin embargo, este cambio de fecha un poco forzado, y no perderá el Día de la Industria Argentina la posibilidad de su difusión en las escuelas al conmemorarse fuera del año lectivo?

El 2 de septiembre, además, pertenecía en cierto modo a la Unión Industrial Argentina. Era habitual que en esa fecha, alrededor de una mesa de 2.000 cubiertos, el secretario de Estado del ramo explicase sus propósitos y el presidente de la entidad ampliase sus solicitaciones…

Primera entidad industrial

Aunque en la base del desarrollo histórico argentino se descubre la influencia de la manufactura, bien pronto resultó neutralizada. Una riqueza ganadera reproducida hasta lo increíble simplificó el proceso de la producción, reduciéndolo a los límites ínfimos que significaba la extracción del cuero del vacuno cimarrón. Este recurso de la economía argentina modela la fisonomía de un país.

Europa -en especial Inglaterra- había trasladado casi íntegramente, hacia mediados del siglo XIX, sus necesidades alimenticias fuera del continente, y, luego de favorecer la mestización del ganado criollo, se había acelerado la creación en la Argentina del tipo social que traduce aquellas vinculaciones: el estanciero. Él creó sus relaciones de clase durante ese período, luego de haber llegado al poder y sancionado un sistema jurídico adecuado a su estructura social y a su técnica.

¿Qué es, entretanto, de la industria local? Dos factores determinaron su decadencia y actuaron discrecionalmente hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado. Contribuyeron a abatirla la afluencia de mercaderías europeas a bajo precio y las luchas civiles. Cuando, posteriormente a la guerra con el Paraguay, comenzaron a arribar inmigrantes de las más variadas nacionalidades, el afán de la manufactura recobró nuevamente, aunque bajo otra envoltura, un puesto entre las actividades económicas de la Nación.

El inmigrante, italiano y francés preferentemente, introdujo los métodos artesanales de su país de origen, y los aplicó a producir artículos de alimentación y de vestido. Estas necesidades hallaron mercado abundante y fácil al amparo de los grandes núcleos que comenzaron a formarse en el litoral. La incorporación de la agricultura al trabajo nacional dio nuevo impulso a la industria; pero por muchos años aun, el industrial fue todavía, en el concepto del tipo social tradicional en la Argentina, un poco el inmigrante cuyo afán de fortuna lo impulsa a acometer las empresas más laboriosas.

Fue precisa la revolución de 1810 para asegurar la Representación de los Hacendados. La de 1890 propició que éstos aceptaran compartir con los agricultores las tareas de gobierno. A partir de 1898, los industriales fueron atendidos por el Estado en un reducido sector de un ministerio que era primero de ganadería, no obstante su nombre, y de agricultura en segundo término.

Pero más adelante, cuando el progreso industrial del país era ya una realidad, se persistía en ignorarlo. En 1875 se constituyó la primera organización patronal, el Club Industrial Argentino, cuya existencia legal comenzó de una asamblea realizada el 12 de septiembre, con la presencia de 69 personas. Los socios fundadores representaban los siguientes oficios. 25, sastrerías, roperías y camiserías; 23, talleres mecánicos, herrerías y litografías; 11, carpinterías, mueblerías, etc.; 7, zapaterías y talabarterías; 7, licorerías y confiterías; 4, fábricas de cigarros, y 1, fábrica de papel.

Nace la Unión Industrial

En diciembre de 1878 surgieron por escisión dos instituciones: el Club Industrial, cuyo vocero fue el periódico El Industrial, y el Centro Industrial Argentino, que editaba La Industria Argentina. Ambas instituciones se fusionaron nuevamente bajo el nombre de Unión Industrial Argentina. Esta entidad, cuyo primer presidente fue Antonino Cambaceres, en abril del año actual fue intervenida por el gobierno de facto.

Las exposiciones, los congresos y las conferencias han sido los recursos habituales para exaltar el progreso de la industria. Comenzaron ya en 1877. Bajo el auspicio del Club Industrial, en las aulas del Colegio Nacional de Buenos Aires, acontecimiento que suscitó verdadera sensación en el espíritu público.

En 1882 el Club Industrial inauguró en la Plaza Once la Exposición Continental, a la cual concurrieron todos los países de América y algunos europeos. Cerca de 100.000 objetos se exhibieron en sus tres hectáreas. Concurrieron 2.000 expositores nacionales y 1.200 extranjeros.

La Exposición de Génova

En 1892 la Unión Industrial había organizado la concurrencia argentina a la Exposición Internacional de Génova. Previamente al embarque de los productos que se proponía exhibir allí, los mostró en la capital. Los trabajos en madera, en cuero; los equipos militares, los de talabartería; tejidos, licores, fideos, zapatería, conservas alimenticias, pinturas, fósforos, chocolate, fueron algunos de los objetos manufacturados cuya presentación en conjunto llamó poderosamente la atención del país.

Más de 10.000 personas desfilaron en 1894 por el Museo Industrial. Su originalidad consistió en la exhibición de minerales y sus manufacturas.

La exposición nacional de 1899 fue presidida por Pellegrini, quien también pronunció el discurso inaugural. La clausuró un mitin al que concurrieron 90.000 trabajadores, de los cuales 35.000 eran mujeres. En su discurso alusivo, el presidente de la Unión Industrial, ingeniero Francisco Seguí, formuló por primera vez un petitorio orgánico referente a la política económica que anhelaba ver realizada la industria. Era, pues, la entrada a la escena política nacional de un grupo que adquiría conciencia de su fuerza.

El país la estaba creando

La exposición de septiembre de 1910 contó con el concurso de todas las provincias y obtuvo un éxito resonante. Su presidente, Luis Baibiene, recordó al inaugurarla que ya Avellaneda auspiciaba la implantación de industrias transformadoras en calidad de complemento de las actividades básicas argentinas. Le respondió el ministro Manuel Iriondo: «La Argentina es principalmente un país agrícola-ganadero: pero es indudable que, en beneficio de eso mismo, puede y debe crear una industria fabril».

La verdad es que el país ya lo estaba realizando. En 1911 la exposición de Rosario; en 1917, la de Mendoza, y en 1918, la de la Capital (por intermedio de 100.000 concurrentes), reflejaron el asombro de la propia Nación por su creciente potencialidad fabril.

No es de extrañar que, terminada la guerra, la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción, al realizar su primera conferencia económica nacional, formulase proposiciones referentes a las industrias fabriles, en las cuales ocupan un lugar preferente la solicitud de liberación de impuestos, la protección de las industrias surgidas durante la guerra, un régimen estable de garantía y estímulo, medidas represivas del dumping, la prohibición de exportar metales, la protección y fomento de la industria del acero, el fomento de la explotación de petróleo, carbón, etc. Esta última conferencia constituyó, quizá, el más enérgico impulso hacia la defensa de la industria.

Lucha la Unión Industrial

El año 1924 la ciudad pudo contemplar otra vez el progreso industrial del país. Realizada por iniciativa de la Unión Industrial Argentina, cuya presidencia ejercía Luis Palma, una nueva exposición, fue visitada, en los cien días en que permaneció abierta por medio millón de personas. Se efectuó luego el segundo congreso de 1925, y, en 1927, al instalarse la Unión Industrial Argentina en su local de la Avenida de Mayo, inauguró la exposición permanente de la industria.

Su nacionalismo económico, profesión de fe formulada al reunirse la tercera conferencia económica de 1928, ha sido su norma y su tema de lucha. Aun en 1933, en ocasión de la firma del Pacto Roca-Runciman, la Unión Industrial Argentina salió a la calle a confirmarlo, y nuevamente en 1939, cuando la Sociedad Rural Argentina y la Sociedad Agrícola de Rosario expresaron la necesidad de suprimir el adicional del 10 por ciento, que grava la entrada de mercaderías extranjeras. Lo demás, incluso su intervención indirecta en el Congreso de Ingeniería de Córdoba de 1942, son acontecimientos próximos de recuerdo más cercano.

Para gravitar en el poder

Si se advierte que en la constitución de la renta nacional de 1935, el volumen relativo a las industrias era aún inferior a la suma de los correspondientes a la agricultura y a la ganadería, en tanto que en 1945 superaba ampliamente a ese conjunto, se explica el visible empeño de los sectores industriales en alcanzar gravitación en las esferas del poder.

Durante el gobierno de facto, la Unión Industrial Argentina, esto es, la casi totalidad de la gran industria, pugnó por la defensa de sus intereses dentro de un Estado prescindente. Paralelamente a esa tendencia surgió la que acepta un intervencionismo acentuado. La primera se desintegra bajo la insignia de la Unión Industrial Argentina; la segunda prospera bajo la A.A.P.I.C. (Asociación Argentina de la Producción, Industria y Comercio).

Alguien ha definido la tesis industrial, en ambas tendencias, acudiendo a estos términos caricaturescos: «Las barreras más altas posibles, los jornales más bajos posibles y las mayores ganancias posibles».

Aunque los observadores atentos se sientan inclinados a aplicar a la Argentina aquella terrible fórmula que Guizot lanzó a Francia: «¡Enriqueceos! Usando de las buenas formas, si es posible, y si no, ¡enriqueceos!», la industrialización del país es un bello y fuerte espectáculo que la exposición de Palermo contribuirá sin duda, a afirmar y exaltar.

(*)La ceremonia inaugural ha sido postergada para el 18.
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar


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